domingo, 26 de noviembre de 2017

47.- Garrotazo y Tentetieso, un cuento de Calleja (hacia 1920)


Pequeño cuento (50 x 71 mm) de la inmensa colección que Saturnino Calleja publicó a principios del siglo XX. Con su modesto formato llegó a miles de niños que esperaban la aparición del siguiente ejemplar donde además venían las soluciones a los pasatiempos de la semana anterior. Éstos son de la época de la infancia de mi padre que yo sólo conocí de oídas cuando se decía aquello de "tienes más cuento que Calleja".

Mi pequeño homenaje desde aquí a ese gran editor, Saturnino Calleja, que tanto hizo por la difusión de la cultura; editó gran cantidad de libros y cuentos con poco margen de beneficio, los ilustró con los mejores dibujantes para hacerlos más atractivos, hizo los cuentos pequeñitos para que se coleccionaran como cromos, editó multitud de libros con las más modernas tendencias pedagógicas europeas de la época, los ilustró con los más bonitos dibujos y los distribuyó por las pobres escuelas de la época, muchas veces de forma gratuita. Tan buen y atractivo trabajo hizo que hoy en día son de los libros más apreciados por los coleccionistas de antiguo, yo conservo varios que se identifican fácilmente por su colorido, contenido y dibujos.

En el desván de mi memoria ha aparecido este ejemplar con un cuento de Calleja, lo primero que he hecho es leérmelo e imaginar la mentalidad de los niños de entonces, como buen cuento tiene monstruo, mago, princesa y héroe que salva a todos y por supuesto un final feliz.

Tan baratos eran que para poder editarlos ya llevaban publicidad y todo, en este caso de tintes. Antes cuando era necesario se cambiaba el color de las prendas de ropa con un tinte, recuerdo que ante el fallecimiento de un familiar era necesario teñir de negro numerosas prendas de vestir que tenían otros colores, no se tiraban, no se compraban otras nuevas, se teñían. Y la publicidad la hace con un chiste donde una gitana le echa una maldición por no haberle dado limosna.

Objeto minúsculo que servía de entretenimiento a los niños que jugaban en la calle con un palo o una piedra y con la compañía o pelea con el resto de infantes de la calle. Ahora los niños están a solas con su móvil o la tableta, el otro día vi la imagen de un niño con un cuento impreso en papel y él intentaba ampliar una imagen con los dedos índice y pulgar como si de una Tablet se tratara, con su consiguiente frustración y cara de enfado.

En el desván de mi memoria hay papel y lápices de colores con los que dibujar las señales de tráfico, tapones del vino blanco para la base de las señales y palillos de dientes para el poste de las mismas, garbanzos para el trazado de la carretera y un cochecito de pasta para circular por ella, eran otros tiempos y éramos felices, porque para ser feliz no hace falta demasiado, si tú quieres.









Francisco Roa Guzmán, mi padre, en los años 30.

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