Recorriendo el desván de mi memoria llego a mi infancia, cuando ir a un balneario no era tomarse unas vacaciones sino el equivalente a ingresarse en una clínica de salud, iban los enfermos crónicos o aquellos que querían prevenir o mejorar de alguna enfermedad, se buscaba aquel balneario cuyas aguas nos curasen o aliviasen nuestros males, era un tratamiento médico que luego continuaba en casa bebiendo el agua que se había traído y siguiendo las estrictas indicaciones.
Hoy encontré este folleto, mitad turístico y mitad médico, anunciando y publicitando el afamado balneario de la ciudad granadina de Lanjarón, ahí nos cuentan las variadas formas de poder alojarnos según nuestros medios económicos, desde un confortable hotel a una casa particular donde nos darán habitación y y posibilidad de utilizar la cocina. Pero también en el propio balneario tendremos que elegir si somos de primera o de segunda clase.
Precioso folleto, por lo ilustrativo de la época, de finales de la década de los 50 o principios de los 60. En él se nos cuenta todo lo más significativo del balneario, de sus aguas, de sus tratamientos, de los posibles alojamientos, del lugar, cómo llegar...
En estos tiempos, no sé en la actualidad, para ser director médico de un balneario se exigía una difícil oposición.
Si lo lees con cierto detenimiento conocerás un poco mejor esta época que hoy vino desde el desván de mi memoria.
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