sábado, 26 de enero de 2019

64.- Tarjetas telefónicas


Hoy encontré en el desván de mi memoria algunas tarjetas telefónicas que tan populares fueron en los años 80 y 90 del pasado siglo XX.

Me han traído a la memoria algunos momentos de mi vida relacionados con el teléfono.

Cuando tenía sobre 10 años no teníamos teléfono en casa, la central estaba completa y no se instalaban más, el alcalde gestionó con la compañía Telefónica la posibilidad de ampliar la central y para ello había que buscar familias suficientes que quisieran poner teléfono en sus casas, hasta entonces sólo tenían teléfono los comercios, los profesionales que por su trabajo lo necesitaban y unos pocos particulares.

Tan importante era para nosotros, cuando niños, la posibilidad de tener teléfono que un amigo tuvo un grave accidente de bicicleta y se lo tuvieron que llevar al hospital de Jaén, cuando despertó sin saber dónde estaba vio un teléfono en la pared y preguntó a sus padres “¿Nos han puesto el teléfono?” y entonces sus padres le aclararon que estaba en el hospital y que había tenido un accidente y que el teléfono aún no lo tenían en casa.

Recuerdo el día en el que llegó mi padre a casa, tras hablar con él el alcalde, diciéndonos la posibilidad de poner el teléfono, a lo que nos adherimos con entusiasmo de inmediato mis hermanos y yo. Pero como las cosas de palacio van despacio no sería hasta tres o cuatro años después cuando se hizo posible. Estaba interno en el colegio Ave María en Granada cuando el portero del colegio hizo una llamada por los altavoces: "¡Miguel Roa, Miguel Roa, tiene una llamada telefónica¡", salí corriendo hacia la portería pensando que algo malo podía haber sucedido, no se llamaba por teléfono sin un motivo importante. Eran mis padres y al ver que no había sucedido nada relevante, enseguida pregunté qué desde dónde estaban llamando y esa era la gran noticia, me llamaban desde nuestra casa con el teléfono recién instalado.



Se colocó un solo aparato y por aquello de las equidistancias su sitio fue el primer rellano de la escalera, así no estaría demasiado lejos ni de la planta baja ni del primer piso, su número el 202. Para llamar había que descolgar y esperar a que la telefonista preguntara por el número al que querías llamar y que en la mayoría de los casos no le decías el número sino el nombre de la persona o su mote o el comercio al que querías llamar; la telefonista se los sabía todos de memoria. Las conferencias se pagaban aparte y había que solicitarlas con tiempo porque las conexiones para fuera del pueblo eran muy limitadas y la espera podía durar minutos u horas.

Cuando nos trasladamos a Granada solicitamos el teléfono, allí era más necesario, tardaron poco en instalar el aparato aunque no dieron línea hasta años más tarde, cada vez que llegaba de la calle descolgaba el aparato para ver si ya tenía línea, una tras otra fueron cientos de veces, quizá miles las que descolgué sin oír nada, hasta que un día se hizo el milagro y se escuchaba el típico piiiiiiiiiiiii, había línea, se podía hablar, se podían recibir llamadas… su número era el 28 43 96, aún no había que poner el prefijo de la provincia si no llamabas a otra. Como ya estábamos casi todo el tiempo en Granada se quitó la línea del pueblo, como Telefónica no se lo llevó desmonté el teléfono de allí y con un disco que me regaló mi amigo Matilla (encargado de Telefónica en la obra civil que le estábamos realizando con la empresa en la que yo trabajaba) un disco de marcado que le coloqué a aquel aparato del modelo Heraldo de pared y que instalé como supletorio del Góndola de sobremesa. Ya tuvimos teléfono también en nuestro dormitorio, el de mi hermano y mío.

Cuando bastantes años después Ximena y yo nos fuimos a vivir a Medina Sidonia tratamos de poner teléfono en la casa, aún no funcionaban los móviles (salvo para los grandes ejecutivos que ya los tenían en sus coches o llevando un maletín de varios kilos en la mano con el aparato), y como ya iba siendo normal en mi relación con Telefónica, también tardaron años, a pesar de haber removido Roma con Santiago, la centralita también estaba saturada y hubo que esperar a su ampliación.





Si llamabas desde un bar o desde una cabina tenías que hacerlo con unas fichas que había que adquirir y que te daban para tres minutos de llamada, aquí os pongo la ficha italiana, la francesa y la española. Las fichas estuvieron operativas desde mediados de los 60 hasta los 80.

Viene a mi memoria el viaje que hicimos un amigo mío y yo (sigue siendo mi amigo), a Italia en coche y su obsesión en conseguir gettoni (fichas telefónicas italianas) para llamar a su novia (ahora ya no es su novia, es su mujer), alguna discusión tuvimos a raíz de ello.






En los años 80 el teléfono evolucionó, ya no eran necesarias las fichas porque se podían echar directamente monedas, pero las cabinas se modernizaron y empezaron a admitir las nuevas tarjetas que comprabas con un saldo que te iban restando con el uso, las más populares en España en los años 90 eran las de 500, 1000 o 2000 pesetas.

Las primeras tarjetas tenían diferentes sistemas para portar la información del saldo que te iba quedando, algunas tenían banda magnética, otras extraños mecanismos que se iban quemando y pronto aparecieron las que llevaban los chip´s, como puede verse en algunas de las tarjetas que hoy traigo aquí desde el desván de la memoria.

En cuanto aparecieron empezaron a coleccionarse, la mayoría estaban dedicadas al arte, la naturaleza o a lugares turísticos, aunque otras lo que llevaban era publicidad. La primera que encabeza este escrito es italiana y está dedicada a un detalle de un cuadro de Piero della Francesca y un valor de 10.000 liras (unas 1.000 pesetas que luego serían unos 6€).

Traigo desde ese desván algunas españolas y varias de diferentes países (Francia, Reino Unido, Portugal, Bélgica, Kuwait, China, Hungría…).























Fueron llegando otras modalidades de tarjetas y llegó el móvil para quedarse, éste es el primero que tuve y también necesitaba tarjeta, la tarjeta SIM, que aún era del mismo tamaño que las de crédito, luego aparecieron las Mini-SIM, las Micro-SIM y las Nano-SIM que fueron reduciendo su tamaño. Ya existe la tarjeta e-SIM que es virtual y que no hay que insertar físicamente en nuestro teléfono.













Termino con una anécdota con mi primer móvil, el de la foto que aún era analógico, estando en verano en Asturias vi que tenía un mensaje en mi contestador y procedí a escucharlo por si era importante (ahora tengo desactivados todos los buzones). Una señora llamaba por error a mi teléfono y decía algo así como “Manolo, pásate esta tarde por mi casa que no está mi marío, que el otro día nos lo pasemos mu bien”, no sé quién será el Manolo y cómo lo pasaría, si se darían cuenta de que el mensaje había ido a otro o si lo estará esperando todavía, en aquel entonces no aparecía el número del teléfono que llamaba, así que me quedé con las ganas de saber quién llamaba a Manolo.

Como todo el mundo lleva un teléfono móvil en el bolsillo, que cada vez se usa menos para hablar por teléfono y sí para otras mil cosas, van quedando menos cabinas telefónicas y se está planteando su desaparición al no ser ya un servicio público necesario.

Espero no haberte aburrido demasiado con mis tarjetas, mis teléfonos y mis recuerdos traídos directamente desde el desván de mi memoria.