domingo, 31 de enero de 2021

78.- Me llamo Miguel Roa y soy ex-fumador


Me llamo Miguel Roa y soy ex-fumador, me presento como en los grupos de ayuda de las películas, la primera fotografía pertenece al tiempo en que un paquete de tabaco me acompañaba a diario en el bolsillo.

Me fui interno al Ave María de Granada con 12 años, por supuesto en ese momento no fumaba. En el colegio se nos consideraba mayores a partir de los 14 incluso para fumar, antes de esa edad tenías que tener permiso de tus padres, dos compañeros lo tenían para controlar la obesidad.

Algunos fines de semana se organizaban excursiones al campo, muchas veces a la zona de la Sierra, y se hacía la vista gorda con el tema del tabaco, era normal comprar entre varios un paquete de Piper mentolado (hace unos meses la Unión Europea prohibió definitivamente la venta de este tipo de productos), este tabaco, como su nombre indica, sabía a menta ya que nosotros no éramos aún fumadores y ni siquiera nos tragábamos el humo.

En los años 60 y 70 había una visión muy permisiva hacia el tabaco, hasta tal punto que el rector de nuestro colegio, el respetado y admirado D. Jorge, en el día de su santo (23 de abril) la comida era especial en el internado, había vino con gaseosa en vez de la gaseosa de los domingos y al final se nos regalaba a cada alumno, independientemente de la edad, un cigarrillo Chesterfield.

En aquel colegio, como en cualquier otro, y siendo un adolescente tenías que ir demostrando muchas cosas y en especial tu hombría; una de las formas era fumando, afortunadamente con el tiempo este concepto se sustituyó por la vida sana y el deporte. En esos años el fumar estaba mucho más asociado a los chavales que a las chavalas.

El tabaco más fumado en el colegio, por ser el más barato, era el Celtas corto sin filtro que costaba 4,5 pesetas (algo menos de 3 céntimos de euro) el paquete y que no estaba al alcance de todos, muchos iban pidiendo la pava (final del cigarro) a los compañeros o buscando varias colillas para liar uno nuevo, realmente los alumnos no éramos muy solventes económicamente.

Alguno bastante más avispado hacía negocio con el tabaco, bien ganándolo a las cartas y revendiéndolo o bien inventando productos nuevos con hojas secas de los árboles cercanos y convenciendo a algún incauto de la propiedad especial de sus nuevos cigarrillos de hacer ver a las chicas desnudas, como el rey desnudo del cuento, y más de uno las vio o al menos dijo verlas.

Del colegio pasé a hacer C.O.U. en el instituto Padre Suarez, todavía pensaba que controlaba al tabaco y su uso para mí era esporádico, quizás un par de cigarrillos al día si se presentaba la ocasión. 

De allí a la universidad y en ella sí se convirtió el tabaco en un vicio en momentos de estrés y nervios con la llegada de exámenes. Un paquete de Ducados a veces no era suficiente para el día. La necesidad de mantener el nivel de nicotina me hizo depender del tabaco por encima de mi voluntad de dejarlo.

Continué igual en la mili y las hebillas de las botas, improvisados ceniceros, servían apara alojar las colillas después de fumar y así evitar un arresto si te pillaban tirándolas al suelo.

Después del servicio militar me puse a buscar trabajo y posteriormente me presenté a las oposiciones iniciando mi etapa en la enseñanza, ahí empecé a compaginar los cigarrillos con la pipa.

La pipa era otra cosa, tabaco más aromático, toda una liturgia en la preparación de la cachimba, selección de las hebras a fumar, la colocación y prensado en el interior de la pipa, sus sucesivos encendidos y el mantenimiento del tabaco consumiéndose formaban un postureo de intelectualidad, de persona interesante o de control de la situación. Aún echo de menos el olor y la parafernalia.





Aunque sólo utilicé dos pipas, en mi desván permanece alguna más, incluidas aquellas dos de espuma de mar que compramos en Turquía o las cajas de tabaco (todavía les queda) y los accesorios para utilizarlas.













Fue en el año 1988 cuando un día decidí que no debía ni quería fumar más, hasta hoy lo he cumplido. En mis pesadillas volvía a fumar, rompiendo el compromiso que había adquirido conmigo mismo, menos mal que al despertar todo quedaba en un mal sueño.

Tengo claro que no puedo perdonarme ni una mala calada porque volvería a fumar, si me perdono uno terminaré perdonándome la cajetilla entera.



Hasta aquí el desván de mi memoria con mi experiencia personal sobre el tabaco, volvamos al desván y encontremos esos elementos relacionados con este uso que se remonta a miles de años atrás y conocido por los europeos en 1492 cuando Cristóbal Colón descubrió o encontró  América.

El tabaco además de causar efectos agradables en la persona que lo consume produce miles de millones para las arcas públicas en forma de impuestos y ganancias supermillonarias a las empresas que lo producen y comercializan, esas son unas buenas razones por las que se sigue cultivando y vendiendo a pesar de los millones de personas que fallecen anualmente como consecuencia directa de su consumo.


En mi etapa de fumador coleccioné cajetillas de tabaco, al deshacerme de ellas no pude evitar el guardar al menos sus frontales como recuerdo, aquí os muestro algunas.





Otras presentaciones del tabaco en cajas metálicas, tanto de cigarrillos como de pequeños puritos que permanecen en mi desván.





A lo largo de la historia ha ido evolucionando el valor simbólico y emocional que le hemos dado al tabaco, desde prestigio social o símbolo de modernidad a ser un bien de primera necesidad en épocas de carestía.





En todo hogar de fumadores era imprescindible la utilización de ceniceros, de cerámica, piedra, cristal, plástico, estaño o cualquier material que permitiera contener la ceniza y poder soportar el apagado de un cigarrillo, del desván vienen estos ejemplos que por su características decorativas han supervivido al abandono del tabaco, cada uno tiene su valor sentimental y su historia detrás, pero no será hoy cuando os la cuente.












No todo el mundo fuma cigarrillos o en pipa, está el grupo de fumadores de puros, otro mundo aparte, ejemplo cercano nuestro Tío Pepe, tío abuelo de Ximena, ejemplo de militar, marino, exiliado e ingeniero y sobre todo de fumador de puros, haciéndose acompañar siempre de sus diferentes cajas para tener suministro cercano para él y para todo el que quisiera en su entorno. 




Traigo sólo como muestra tres encendedores, un mechero de yesca para encender cigarrillos y al que no molestaba el viento sino que le favorecía.


Un mechero de gasolina, viene al desván de mi memoria el recuerdo del expendedor que aún había en los años 70 en el bar de César en Huelma y que dejaba caer suficiente gasolina para recargarlo, introduciendo una perra gorda (10 céntimos de peseta), aunque lo normal era tener en casa un frasco para su recarga. 


Pero el más usual era el mechero de gas, el que traigo aquí lo compré en 1981 en Melilla en el viaje que hicimos desde Vera durante un fin de semana, para éste también es necesario tener un bote de gas a presión para recargarlo, servicio que también se prestaba en los estancos aunque los más normales eran los desechables como el Bic o el famoso Clipper, desconozco el estado actual del mercado en este aspecto y si ha evolucionado mucho o no.


Estos son algunos de los elementos para el fumador pero falta hablar de la motivación, ya apunté lo que a mí me llevó a fumar, pero aunque actualmente en todas las cajetillas se advierta de su peligrosidad, está claro que la industria quiere seguir vendiendo, el Estado también, porque reciben unos importantes ingresos.

En los años 90 estuvimos trabajando en el Instituto San Juan de Dios de manera bastante exhaustiva el tema de la publicidad y uno de los elementos analizados con más profusión (había que intentar disminuir el número de fumadores entre los alumnos) era el tema del tabaco, para ello hice una recopilación de anuncios aparecidos en las revistas de prensa, especialmente en los suplementos semanales de los principales diarios.

Uno de los valores más vendidos por esa publicidad era el concepto de AMÉRICA y lo que ello nos sugiere de aventura, oeste americano, cine, libertad... como eran las campañas de las marcas Winston, Marlboro, Pall Mall, Lucky Strike o Chesterfield (obsérvese en el anuncio de Brooklyn las torres gemelas de fondo, uno de los iconos americanos junto al famosísimo puente de Brooklyn, la fotografía es un montaje ya que no ese ángulo del puente no estarían allí las torres).















Otras campañas asocian el consumo de tabaco con la alegría, se trata de llegar siempre a los sentimientos para conseguir el efecto comercial deseado, como en estos anuncios de LM, Chesterfield o R1.





En estos anuncios de Winston, Nóbel, LM o Lucky Strike se trata se asociar el tabaco a la pareja y la satisfacción de tenerla.





Lucky Strike, Camel, Chesterfield, Fortuna, Nobel o Stuyvesant quieren hacer una relación directa entre viajes y aventuras y el fumar en los siguientes anuncios.









A veces se recurre a lo cercano identificando al tabaco como lo nuestro (Real Escuela de Arte Ecuestre de Jerez) o incluso el propio Estado (Tabacalera es una empresa estatal) hace campaña para que no compres el tabaco de contrabando porque de ese no recibe los impuestos correspondientes.



Otra asociación es la realizada con la música, si te gusta la música fuma de mi tabaco, ¿y qué tendrá que ver una cosa con la otra? Chesterfield, Fortuna y LM la han utilizado en sus campañas que como vemos son muy variadas y elaboradas.





La historia, la literatura, el prestigio social e incluso la salud son utilizados para los que no se hayan visto motivados por otras campañas. 





Es indudable que todo lo que ofrece la publicidad del tabaco se puede obtener sin él. Como podéis comprobar hubo, hay y habrá demasiados intereses económicos, y aunque desmontemos las falacias de la publicidad de las marcas, aún habrá demasiados incentivos para que la gente, especialmente la juventud, se inicie en el tabaco y lo continúe durante largo tiempo. 

Si yo pude dejarlo, tú también puedes, mi nombre es Miguel Roa y soy EX-FUMADOR.

Terminemos con esta tarjeta postal y su chiste sobre este fumador caradura.


Volveremos al desván de mi memoria próximamente. Hasta entonces: No fumes, fumar mata.