martes, 13 de febrero de 2018

50.- Escuela, instituto, Jaén y algunos recuerdos infantiles.


De nuevo ando rebuscando en el Desván de mi memoria, en esta ocasión me lleva a la escuela. Empecé en la de D. Prisco en Huelma (Jaén) supongo que con unos 6 años, aún no había colegio público y las clases las daban los maestros en sus casas, al poco tiempo inauguraron los "Grupos Escolares" conocidos por todos nosotros como los "Grupos" (actualmente C.E.I.P. Virgen de la Fuensanta) y allí nos trasladamos todos. Debió ser un gran acontecimiento tener por fin unas escuelas e incluso las casas para que pudiesen vivir dignamente los maestros, aún eran tiempos de "pasas más hambre que un maestro-escuela".

Al iniciar las clases en "Los Grupos" cada uno de nosotros fue a la clase que eligieron nuestros padres como si los maestros siguiesen en sus casas con niños de todas las edades, yo fui a la de D. José María que no era la que me correspondía por edad y nivel. A Don José María le gustaba mucho la fotografía y era él el que nos hacía las fotos como la que encabeza este escrito.



Los Grupos Escolares empezaron a organizarse y a recibir órdenes superiores, eso llevó a que llegasen las cartillas de escolaridad y había que rellenarlas, un buen día nos las repartió a toda la clase y nos puso a inventar notas para que pareciese que llevaban años utilizándose por lo que esas notas que aparecen en mi cartilla son totalmente inventadas por el niño al que le tocó rellenar la mía.

Me he detenido por primera vez a leer la contraportada de la cartilla y no tiene desperdicio como por ejemplo el apartado "c" que literalmente dice Infundir en el espíritu del alumno el amor a la idea al servicio de la Patria, de acuerdo con los principios inspiradores del Movimiento, he de decir en beneficio de aquellos maestros que nunca me sentí adoctrinado ni manipulado por ellos, que nunca presencié el canto de himnos salvo el "Con flores a María" en la celebración del mes de mayo.

Bueno, también pone en la cartilla como deberes familiares Velar por la asistencia de sus hijos a la Escuela y muchas más cosas que podéis leer.

Pronto se organizaron aquellas escuelas y se distribuyeron a los alumnos por edades y no todos revueltos como hasta ese momento, tres cursos hice, el primero con don José María, luego con D. Domingo (el de la foto con el grupo de alumnos, el señalado por la flecha soy yo), el segundo con D. José Justicia y el tercero con D. Antonio Carrasco que fue el que convenció a mis padres para que me presentasen a los 10 años (la escolaridad finalizaba entonces a esa edad si no recuerdo mal) a la prueba de Ingreso al Instituto, inscripción que costó a mi padre 235 pesetas, para iniciar el bachillerato elemental.





Era la prueba de Ingreso un examen en el Instituto de la provincia, en la mayoría sólo había dos institutos, uno masculino y otro femenino y situados normalmente en la capital de la provincia por lo que yo quedé matriculado en el Instituto Nacional de Enseñanza Media Virgen del Carmen de Jaén y allí abrieron un nuevo expediente e iniciaron mi Libro de Calificación Escolar para Estudios de Bachillerato dependiente del Ministerio de Educación Nacional, éste libro (que no cartilla que era la de Primaria) me acompañaría hasta iniciar la Universidad habiendo pasado por cuatro cursos de bachillerato elemental, reválida elemental, dos cursos de bachillerato superior, reválida superior y C.O.U. todo ello con sus numerosos sellos, firmas, pólizas y alguna fotografía.

Hay en esas páginas muchos buenos y malos recuerdos, alegrías por aprobados y disgustos, nervios, enfados y tristezas por algún suspenso.

Tanto primer como segundo curso de bachillerato elemental los realicé como alumno "libre" en ese instituto de Jaén, y ¿qué significa eso de libre? pues que nosotros estudiábamos con los maestros en mi pueblo (nos daban clase por la mañana después de haberles dado clase a los de primaria y por la tarde también) y en junio te presentabas en dos días a los exámenes de todas las asignaturas ante los profesores de Jaén a los que no conocías de nada y que intimidaban mucho por su aspecto formal y serio.









De ahí quizás la fobia que he podido tenerle a la ciudad de Jaén que empecé a conocer con poco años, porque allí estaban los médicos a los que tenía que ir cuando estaba enfermo con las amígdalas y que me provocaban "velocidad en la sangre" y que me llevaría a tener que ser operado para estirparlas, sin anestesia entonces, en la clínica del médico que me atendía (ésta será otra historia del Desván de mi memoria para otra ocasión).

La única satisfacción de ir de "médicos" a Jaén era que una vez terminadas las consultas se aprovechaba para ir y comprar la ropa necesaria u otros encargos que en el pueblo no era posible conseguir, a mí me encantaba la tienda del Corte Italiano o Galerías Preciados porque tenían ascensor y escaleras mecánicas. 

Como teníamos que comer, porque el autobús salía para el pueblo por la tarde, íbamos a una calle peatonal (la calle Nueva creo que se llama) donde se encontraban tres casas de comidas, lo del nombre de restaurante es más moderno, y o bien comíamos en "Mi casa" o en "Casa Piedra" normalmente después de habernos tomado unas gambas en la "Gamba de Oro", esos pequeños lujos eran los que compensaban los malos ratos de sacarte sangre o de ir a la consulta de los médicos.

Pero una vez que dejé de tener que ir de "médicos" empecé a ir de "exámenes", en junio y en septiembre (en 2º me quedó el Dibujo en junio, paradojas del destino me llevaron posteriormente a ser profesor de Dibujo durante 36 años).

Esta pasada Navidad he vuelto por Jaén y he pasado por alguno de esos sitios que tanto pánico me daban, el instituto sigue estando exactamente igual, conservando incluso en la fachada el antiguo letrero, el parque lo recuerdo igual de grande que ahora lo he visto, cosa extraña porque de pequeños todo nos parecía más grande, la calle de la Estación sigue igual aunque ahora tenga las vías de un tranvía que todavía no se ha decidido a funcionar. 




Cuando había tiempo hacíamos una visita a la catedral y además de admirar lo grande que era, lo único que en ese momento era capaz de apreciar, rezábamos unas oraciones.


Al finalizar la visita y cuando ya salíamos había que ir a ver un cuadro, situado casi en la salida, de gran formato con la Sagrada Familia (de Maella, del siglo XVIII) y donde teníamos que encontrar las "tijeras" para pedir un deseo que en mi caso solía ser que aprobara los exámenes que acababa de hacer.





También nos contaban la leyenda de cómo la Verónica empapó con un paño la cara de Jesús, llena de sudor y sangre, mientras iba para el Calvario, que ese paño tenía tres dobleces y por tanto la cara de Jesús había quedado impresa tres veces, una de las capas nos decían se hallaba en Roma, otra se había echado al mar y por eso los peces eran comestibles y la tercera se guardaba en la catedral de Jaén, se trata del Santo Rostro que allí se venera.



Terminaba la jornada en Jaén volviendo a la estación de autobuses, que entonces yo encontraba sucia y destartalada pero que en realidad está en un edificio muy interesante de los años 40 de estilo racionalista que a día de hoy sigue cumpliendo con su función de centralizar allí a todas las empresas de autobuses que sirven a Jaén y su provincia.



Y ésta es parte de mi historia, o al menos así la recuerdo, sacada del Desván de mi memoria, de esta cartilla y de este libro de escolaridad y de su relación con Jaén y el poco amor que a esta ciudad le he tenido durante tanto tiempo hasta que he podido apreciar sus encantos, enriquecidos ahora con el Museo Íbero.

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