jueves, 22 de mayo de 2014

28.- Tarjeta de fumador

Hoy he encontrado en mi desván esta tarjeta de fumador, hoy el problema para fumar es encontrar un sitio donde esté autorizado pero en la posguerra española el problema era encontrar tabaco que fumar.

Al igual que hubo una tarjeta de racionamiento que limitaba los artículos de consumo que se podían adquirir legalmente y a un precio razonable, también estaba racionado el tabaco y era necesaria esta tarjeta de fumador que tenía debajo pegados una serie de cupones que canjeaban en el estanco, previo pago de su importe, por cajetillas de tabaco.

La tarjeta había que solicitarla en los ayuntamientos, la tenía que pedir un varón (las mujeres no podían pedirla), había que entregar una declaración jurada de que eras fumador y un certificado de buena conducta expedido por el párroco. Fue necesaria su utilización hasta 1953. El control y reparto estaba a cargo de Tabacalera S. A. , compañía del estado que tenía el monopolio del tabaco en España.

Eran populares los paquetes de tabaco Ideal, "caldo de gallina" les llamaban, o la picadura de tabaco con su envoltorio verde con el águila del escudo nacional o los populares Celtas cortos.

Yo no viví esa época aunque este tarjeta nos la recuerde, pero sí viví los años de interno de colegio y el inicio en el consumo de tabaco para demostrar lo "hombrecito" que eras. Afortunadamente el deporte ahora ha quitado a muchos chavales del inicio en ese consumo. El tabaco que más se fumaba era el más barato, el paquete de Celtas cortos (sin filtro) valía en los años setenta 4,50 pesetas y como no todo el mundo podía comprarlo algunos pedían "la pava" al que estaba a punto de tirar la colilla para poder fumársela o rebuscaban por el suelo del pario dos o tres colillas para liarse un cigarrillo nuevo.

Tan socialmente aprobado era el consumo de tabaco que a partir de los 14 años en mi colegio no había que tener permiso de los padres para poder fumar y el día del santo del rector la comida era extraordinaria y a los postres se nos regalaba un cigarro a cada uno de los colegiales, creo que de la marca Chesterfield que era la que D. Jorge fumaba (Q.E.P.D.), tabaco rubio y sin filtro. Piper mentolado era el que comprábamos los días que íbamos de excursión.

Incluso en el colegio había dos alumnos menores de 14 años que por su exceso de peso y para tratar de disminuirlo estaban autorizados a fumar.

Era la época en que presumíamos de fumar sólo lo que queríamos, años más tarde nos daríamos cuenta de que se sabe cuando se empieza pero es muy difícil dejar de hacerlo, yo lo conseguí en el año 1988.

Aquí os dejo una fotografía de la mili en compañía de mis buenos amigos Luis y Manuel, los tres estábamos fumando, en esta ocasión un puro cada uno, creo que celebrábamos que se nos acababa el servicio militar.



 Miguel Roa, Luis y Manuel fumando un puro en el cuartel de Burgos donde cumplimos el servicio militar. Aquí estrenando barba.


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