domingo, 11 de marzo de 2018

52.- Recordatorios de Primera Comunión (1953-1965)


Desde el desván de mi memoria traigo hoy recordatorios de la Primera Comunión entre los años 1953 y 1965, yo la hice en 1963 y aquí os cuento algunos de los recuerdos que de aquellos días me vienen a la memoria.

Empiezo con la foto que un fotógrafo de Jaén me hizo para esa ocasión, hace ya 55 años, yo solo tenía 7, un mes o así antes de la celebración tuvimos que ir a Jaén, no recuerdo si a médicos o a comprarme el traje y a hacerme las fotos, pero sí recuerdo perfectamente la entrada del piso del fotógrafo y un comentario que en ese momento me hizo mucha ilusión y que quedó dentro de mí, una vez vestido de Primera Comunión se puso a hacerme la foto, primero me dijo que mirase al misal abierto en mis manos pero después cambió de opinión y me dijo "mírame a mí que tienes unos ojos muy bonitos" y así tan serio, tan digno, de Caballero de Santiago, quedé inmortalizado por aquel fotógrafo jiennense para que en casa y en la de mis abuelos hubiese un cuadro con mi foto recuerdo de ese importante día.

La memoria no ha sido mi fuerte, prefería razonar para llegar a soluciones y siempre preferí la lógica matemática a los datos de la Historia, y en la catequesis tenías que aprenderte todas las oraciones y a mí me costaba mucho trabajo y eso lo recuerdo con desagrado ¿por qué se tenían que aprender de memoria si las podías leer? 

El día de antes de la comunión eran las confesiones, estábamos todos los niños de aquel año en la iglesia y en la puerta estaban otros niños más mayores esperando nuestra salida para darnos alguna torta en la cabeza o alguna patada en el culo, nada grave pero muy desagradable para un niño de 7 años que tiene miedo de lo que no conoce o no controla, ¿y por qué nos pegaban? pues porque nosotros salíamos de la iglesia en estado de "santidad" recién confesados y no podíamos "pecar" noi tan siquiera defendernos (por si acaso hacíamos algo indebido) hasta el día siguiente que sería la comunión y casi como "mártires" indefensos salíamos de la iglesia corriendo y procurando pillar lo menos posible. Tampoco era una paliza, más bien una broma de mal gusto que hoy en día sería considerado como acoso, pero nosotros ni llevábamos móvil (no existía) ni a la puerta de la iglesia nos esperaban nuestros padres, ni estaba ninguna catequista o persona mayor para defendernos y el recorrido a casa lo hacíamos solos o con algún amigo o compañero.

Llegado el gran día te levantabas y no podías desayunar, antes había que guardar un ayuno antes de la comunión de al menos dos horas, te vestían con tu maravilloso traje blanco, con tus entorchados dorados, con tu rosario rodeando tu mano, con tus guantes blancos y tu misal con pastas de nácar y acompañado de tu familia te ibas ala iglesia, allí las catequistas te colocaban junto a los demás niños (niños a un lado, niñas al otro) y había dos cosas que me preocupaban, la primera era saber en qué sitio estaba sentado para después de comulgar volver a ese lugar y la segunda era saber cuánto tiempo de oración (con los ojos cerrados tal y como las catequistas nos habían indicado) después de comulgar y arrodillado tenía que estar. La primera cuestión no recuerdo cómo la resolví pero volví a mi sitio (ahora lo recuerdo cada vez que aparco un coche en un gran aparcamiento) y para la segunda hice algo de trampa entreabriendo los ojos de vez en cuando para ver lo que hacían los demás.

De la iglesia salías y te dirigías primero a casa de tus abuelos para que te vieran con tu traje y tras darles un recordatorio de los que aquí te mostramos te daban un dinero. Después pasabas por casa de algunos de tus tíos o familiares con los que más confianza tenías para hacer lo mismo y seguir recaudando (entonces no había regalos sino sólo las pequeñas cantidades de dinero que te daban y que iban luego directamente a la hucha) y así terminabas en casa o en algún lugar público donde habías quedado con parte de la familia y con el fotógrafo para inmortalizar el momento. Después en casa sería el pequeño ágape para los invitados, no recuerdos qué dulces había, sí estaban las botellas de anís y lo que más me gustaba y que era para esas ocasiones, las peladillas (almendras tostadas recubiertas de azúcar) propias de los bautizos o comuniones.

Y jugando y hablando con los que habían estado invitados a tu Comunión se acababa ese día que tanto tiempo habías estado esperando, se lavaba el traje y se guardaba porque seguramente serviría para algún primo o para otro niño que no pudiese comprarlo, como recuerdo te quedaba el misal y los recordatorios sobrantes y un montón de sensaciones de todo tipo que guardabas para siempre, algunas de las cuales os he contado hoy.

Pero volviendo a estos recordatorios, vemos que si los comparamos con la anterior tanda ha vuelto el color, son más alegres y empiezan poco a poco a ir cambiando las clásicas imágenes religiosas, muchas veces reproducciones de cuadros clásicos, por imágenes más infantiles introduciendo a niños como protagonistas de las mismas, con diseños más vanguardistas, a Jesús se le puede representar de adulto pero con imagen de niño, aparecen dibujos de niños con cara regordeta y juguetona, si vais avanzando por fechas de arriba a abajo veréis que aún conservando algunos de ellos la seriedad y rigor de antaño se van combinando con otros muchos más alegres y desenfadados y según llegamos a mediados de los años 60 ya son la mayoría. Todavía nos quedan por ver los posteriores pero para eso iré otro día al desván de mi memoria.

Os dejo con una foto que me hicieron en el Jardín de mi pueblo (lo de los guantes debía ser una tortura pensada por alguien malvado y que una vez hecha la foto desaparecían) y con el recordatorio que la parroquia nos entregaba y después con 88 recordatorios entre los cuales están los de Ximena y los míos (los únicos en los que el nombre es legible):














































































































































































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