domingo, 23 de febrero de 2014

9.- In the ghetto, Elvis Presley (1969)


He encontrado en mi desván este disco de Elvis Presley, uno de los primeros que tuve, aunque el disco es de 1969 (sus canciones las podéis oír aquí:  http://youtu.be/2En0ZyjQgU4 y http://youtu.be/5EhK7sMFFk0 ) yo no lo tendría hasta varios años después al comprar nuestro primer tocadiscos.

No todo el mundo disponía de un tocadiscos en casa, ese privilegio era de poca gente, mi hermano y yo queríamos uno pero siempre había otras necesidades más urgentes donde gastarse las 3.000 pesetas (18 €) que valía aquel aparato que sólo servía para escuchar música y eso ya se podía hacer oyendo la radio.

Pero el cambio de opinión vino de la mano del "inglés", del idioma inglés. Un comercial, vendedor de casa en casa, de un curso de inglés cuyo soporte estaba en discos, nos convenció a nuestros padres y a nosotros de que el futuro estaba en aprender inglés (mucha razón llevaba aunque él lo único que quería era cobrar la comisión de su venta, nosotros en el instituto estudiábamos francés), o sea que la moda de las academias y el inglés tiene ya una larga trayectoria, al menos 40 años y aún seguimos a la cola del dominio de este idioma.

Aquel curso, bien caro por cierto, se componía de dos carpetas con varios discos cada una y sus correspondientes manuales. Se pagaba a plazos y la compañía que lo vendía se comprometía a tener abierta una oficina-academia donde habría profesores que te asistírían en las dudas a lo largo de todo el aprendizaje.

Mis padres pagaron la primera cuota de aquel curso tan caro, todo era bueno para la educación de sus hijos, pero además había que comprar el tocadiscos (otras 3.000 pesetas) para poder seguir el curso de inglés. Fuimos a una tienda (creo que eran los Sánchez en la calle Mesones de Granada), lo compramos y nos dieron de regalo un par de discos singles (una canción por cada cara), uno de ellos era éste de Elvis Presley y otro que escuchamos hasta la saciedad  con las canciones "Don´t pull your Love" y "Funk-in-wagnal" de Hamilton, Joe Frank & Reinolds. Otro que se convertiría casi en pesadilla serían los mantras de Hare Krishna con su efecto cuasi-hipnótico como si de canto gregoriano se tratase. Discos que funcionan a 45 r.p.m. y con un tema por cada cara por lo que tenías que estar al lado del aparato para ir cambiando cada tres minutos.

Muy contentos empezamos a escuchar canciones en el tocadiscos y el primer disco de inglés, fuimos un par de veces a aquella academia donde estaría el profesor de apoyo para el curso pero, a la tercera, el portero del inmueble nos comunicó que habían "desaparecido", que habían desmontado la oficina y academia y se habían marchado sin dejar señas. 

Menudo problema, el curso era muy caro pero no habían respetado sus condiciones, recibimos una carta desde Madrid reclamando el siguiente pago al que contestamos que no habían cumplido su parte y dejamos de pagar, alguna reclamación más y luego nunca más se supo, ni nosotros pasamos de la 2ª lección del curso de inglés (por nuestra culpa, claro), ni la empresa volvió a reclamar que se lo pagásemos (menos mal).

Pero allí estábamos nosotros, con un curso de inglés que no seguíamos (por pereza) y un tocadiscos al que le daba igual interpretar la lengua de Shakespeare o la música que a nosotros nos gustaba. Yo seguía a Mari Trini y a otros cantaautores con sus melancólicas canciones y mi hermano, mayor que yo, a  The Beatles o a los Pekenikes con sus "palomitas de maíz". 

Seguro que cada una de las canciones de este disco de Elvis las escucharos al menos 200 veces, ya que la cantidad y variedad de nuestra discoteca era muy escasa, ahora en estos días que tengo más tiempo estoy disfrutando de muchos de los discos de vinilo que a lo largo de muchos años fui consiguiendo.


En una de las fotografías se aprecia la esquina del que fuera nuestro dormitorio, yo lo compartía con mi hermano, donde además del tocadiscos aparecen numerosos objetos de nuestro universo de entonces, desde una foto de la recién terminada mili, un visor de diapositivas (no había dinero para un proyector que vendría mucho más tarde) pasando por la selección de libros de RTVE que se compraban a 100 pesetas (0,60 €, que era todo el dinero que tenía para mis gastos en una semana), el casco y la cuerda para realizar espeleología, apuntes de la carrera o la vieja radio familiar convertida ya en sólo un elemento de decoración y nuestros discos conseguidos poco a poco y a base de privaciones de otros lujos, como tomarse una cerveza o ir al cine, (entre los discos se aprecia una carpeta más gruesa con el lomo amarillo arriba y verde abajo correspondiente al curso de inglés).







La esquina de mi dormitorio, con el tocadiscos, en el año 1979.


Miguel Roa en 1975.


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